Instalación detectores de humo

El fuego es uno de los principales enemigos de nuestro hogar. Los incendios son terriblemente destructivos y pueden ocasionarse por causas diversas: el gas, los aparatos eléctricos o incluso algo tan simple como una vela o un cigarro. Sin embargo, los resultados pueden ser irreparables: más de 50 personas han perdido la vida en estos incendios durante 2014 y niños, ancianos y discapacitados han sido los más afectados. En un incendio, por lo tanto, además del fuego, el principal problema es también el humo que se genera ya que es un elemento perjudicial que puede provocar daños físicos y respiratorios. Durante la noche o en momentos donde nadie se encuentra en el lugar es necesario la intervención de algún aviso, de este modo se hace imprescindible la instalación de detectores de humo.

La gran mayoría de incendios dentro de los hogares no pueden ser detectados de forma prematura cuando estamos durmiendo ya que todos nuestros sentidos no están del todo activos, tanto olfativamente como sensorialmente hablando.

Para evitar sustos que pueden acarrear consecuencias muy graves es bueno que dejemos malos hábitos como el de cubrir los radiadores o las estufas con ropa, dejar desatendida la cocina con algo sobre la placa o en los fogones o el ordenador o la televisión funcionando durante días. Pero, si a pesar de nuestras precauciones se producen accidentes, un detector de humos nos permitirá actuar con premura y reducir los daños. Y lo más importante: ponernos a salvo.

Tipos de detectores de humo

Existen diversos tipos de detectores de humo: los ópticos o fotoeléctricos, que detectan el humo por oscurecimiento y los iónicos, que funcionan por ionización, es decir, por una interrupción de la conectividad.

Detectores ópticos o fotoeléctrico de humo

Las modalidades exactas de esta detección óptica varían entre marcas y modelos. Por ejemplo, existen detectores ópticos lineales que miden la atenuación de la intensidad de la luz. Otros adoptarán el reconocimiento basado en la dispersión de la señal luminosa. En este caso, el haz de luz se dirige ligeramente al lado de la celda receptora. Cuando el aire no está cargado de humo, por lo tanto, no entra en contacto con este último. En caso de incendio, la línea de luz se desvía e ilumina la celda fotoeléctrica, que luego controla la activación de la alarma.
Algunos dispositivos combinan el reconocimiento óptico con otros modos de detección: aumento de temperatura o cambio en la concentración de dióxido de carbono.

Detector térmico de humo

A diferencia de un detector de humo clásico, que dispara una alarma tan pronto como las señales luminosas del transmisor se reflejan con la ayuda de partículas de humo y así llegan al receptor, los detectores de calor sólo hacen sonar la alarma cuando la temperatura ambiente supera un valor determinado. Por regla general, se trata de un exceso de aprox 60 ° C. Algunos pueden configurarse de tal manera que disparan una alarma si la temperatura de una habitación sube más rápido de lo habitual dentro de un cierto período de tiempo. Este procedimiento se denomina evaluación diferencial térmica.

Detectores de humos iónicos

Los detectores de humo por ionización contienen una cámara con dos electrodos y un componente radiactivo. Cuando el humo espeso de una llama penetra en su interior, la corriente se altera, lo que dispara la alarma. Es eficaz, pero su componente radiactivo lo ha hecho prohibido por algunos países europeos.

Características comunes de los dispositivos

Estos dispositivos deben colocarse en el pasillo para que así la alarma alerte a todos los habitantes de la casa, aunque también puede ser conveniente poner uno en cada habitación, sobre todo si las puertas van a estar cerradas. Lo mejor es instalarlos en el centro del techo y alejados de lámparas u otros objetos que puedan obstruir la entrada del humo.

Una vez instalados, su mantenimiento es mínimo. Si el detector de humo no va conectado a la red eléctrica hay que cambiarle las pilas o las baterías cada seis meses. Una vez cada diez años es necesario cambiar el sistema de alarma porque se deteriora. Si alguna vez se activa sin que haya presencia de humo puede que haya que cambiarlo de sitio o que haya entrado algún insecto. Puede bajarse y limpiarse con la aspiradora.

Lo importante a tener en la instalación de detectores de humo es que, cuando hay humo -y por lo tanto peligro de incendio- generan una alarma que nos proporciona un tiempo de reacción que puede ser precioso para ayudarnos a salvar nuestras pertenencias y, lo más importante, nuestras vidas y las de nuestros seres queridos.
Cuando el detector de humo avisa de un incendio debemos actuar con serenidad: reunir a la familia para que se proteja con toallas húmedas y se dirija a la salida de la vivienda con calma y rapidez. Y, si es posible, verificar el origen del incendio y extinguir si se puede, mejor con un extintor, con espuma, polvo seco o agua pulverizada. En cualquier caso, debemos evitar los chorros de agua. Si el incendio es importante, el objetivo es ponerse a salvo y llamar a los bomberos.